viernes, 24 de agosto de 2007

Camino de Santiago

Muchos kilometros andados, muchas pisadas, mar y tierra, barro, lluvia, sol, viento, calor y frio. Pero sobre todo soledad, compañerismo, alegrías y decepciones, esfuerzo, voluntad, dolor, empeño, desesperación, risas y diversión, cariño y muchos amigos.

Un viaje casi obligatorio para cualquiera, una pequeña representación del camino de la vida embotellado en tres semanas de andares por paisajes inolvidables. Es muy dificil olvidar el camino.

A veces el dolor físico era insoportable, incluso alguna lágrima derramé pensando que era el fin de mi recorrido aun yo queriendo seguir avanzando...un descanso, fuerza de voluntad, no hay dolor. Volvia a levantarme y me decía que tenía que continuar. Que maravilla, una etapa mas resuelta, otro albergue, lo había conseguido.

Me gustaba andar solo, levantarme del albergue, un buen desayuno en el bar mas cercano que encontraba y para adelante. En ocasiones mis rodillas me gritaban y me decían que estaba loco, que ellas no querían continuar, asi que tuve que optar por ponerme rodilleras y me fue muy bien. Mas tarde fueron los talones, asi que pensé que era el final de los días con botas y comencé a andar con sandalias, unas grandes sandalias que por suerte me recomendó una maravillosa señora en Narvaez 44, pronto iré a saludarla y darle dos buenos besos.

Algunas mañanas al comenzar a andar, la niebla era profunda, hacia frio y empezaba a amanecer. Andaba por carreteras desoladas en las que no pasaba ni un solo coche en 40 o 50 minutos, que extraña sensación. Pero no había nada como los caminos de tierra, caminos de tierra y barro rodeados por arboles y vegetación espesa, caminos que serpenteaban hacia arriba y no imaginabas cuando iban a tocar a su fin. Mis rodillas me decían, mejor subidas que bajadas y efectivamente, prefería siempre subir.

Resultó que las etapas mas duras fueron las mejores, con un viento tremendo llegar a la cima de cualquier colina era convertirse en un Dios, los brazos extendidos y gritando con fuerza, gritos de liberación que se llevaba el aire, era increible. El panorama no podía ser mejor, cientos de colinas se perdían ante mi vista, nubes locas que iban y venían, molinos de viento, un horizonte lleno de colores. Imagenes que dificilmente se perderán en mi memoria.

Me encantaba ir cantando, cantaba en las subidas, en las bajadas, en llano, mientras llovía, cuando hacía mucho calor, lo importante era cantar. Pero también eran importantes los silencios y hubo muchos. Era tiempo de reflexionar, porque hago el camino, quien soy, que quiero, acaso voy por mal camino, que debo hacer...siempre hay tiempo para pensar.

Hubo días mágicos, eso seguro. En una de las peores etapas mi tobillo se derrumbo, me tumbé en una pequeña zona de hierba tras llevar mas de 3 kilometros en bajada y decidí descansar, sabía que como siguiera así no iba a poder continuar. Mire al cielo y después al sendero que ya había caminado y vi una figura que bajaba, era Patricia, una alicantina maravillosa que había conocido en mi primer día del camino, justamente el día de su cumpleaños. Nos saludamos y le comenté mi problema, me dolía el tobillo por primera vez, despues de tantos días caminados y estaba descansando. como cosas del destino me ofreció no una tobillera, sino dos. Bendita casualidad, estaba salvado. No tarde en pedirle que me los prestase, ya podía seguir el camino!!!.

Al final de cada etapa venía el reencuentro y el encuentro con los peregrinos. Hay de todo, peregrinos maravillosos, peregrinos callados, peregrinos en grupo. Pero tenemos un mismo objetivo, andar el camino. No tienes porque llegar a Santiago, tan solo echarte a andar. Buenos o malos peregrinos, es una definición un tanto relativista, para mi solo existen peregrinos, aquellos que simplemente quieren andar camino de Santiago.

Muchas caras, muchos nombres, casi todos dificil de recordar, buenos compañeros, andantes del camino. José Ramón, mi amigo, gracias a él he comenzado este mundo. Roberto y Xavi, dos ciclistas valencianos con los que tuvimos momentos de risas en el albergue de la isla, espero que todo les haya ido muy bien. Una funcionaria sevillana guapisima que me regalo alcohol de romero, Pedro y Loli, dos alicantinos geniales que como amigos han quedado, que bien cantas Loli. Josefina, donde saco fuerzas de donde nadie supo como y fue capaz de andar luchando contra sus dolores, Carmen, enigmatica y dulce, me hubiese gustado hablar mas con ella pero todo quedara en un buen recuerdo. Luis, una gran persona, con sus dudas y sus temores, sus poesías, su literatura, un buen compañero que pena me dio no despedirme de él. El zaragozano (acentuado en todas las silabas), hablamos poco, pero seguiamos el camino. Jesus y Teresa, dos velociraptores que era imposible llevar su ritmo, Olga, la simpatica francesa que desapareció a falta de dos jornadas, que pena no haber celebrado el final juntos. San Patricia, que persona mas grande, sin ataduras, libre como un pajaro y muy feliz, Manuel y Pepe, José Luis, las hungaras, el italiano y muchos muchos mas...

Se me antoja pensar, mas bien fantasear, que en el camino, en uno de los albergues, estuve merendando con el Diablo y su lacayo. Costaricense uno y alemán el otro, prepotente y filosofo el primero, perilla y un poco de bigote, medio sonriente. El segundo, recatado y obediente, un tanto atontado. El alemán estaba repleto de tatuajes por todo el cuerpo, calaveras y animales, que pena no haberle hecho una foto, era callado y seguía las ordenes del primero. Recuerdo que el alemán se fumó un cigarro y lo tiro en la hierba, la cual al poco tiempo empezó a arder saliendo un pequeño humo. Tanto el uno como el otro veian arder los matojos y ninguno de los dos se inmutaba por querer apagar aquello. Alguien del grupo les llamó la atención. El costaricense le dijo al alemán que apagará aquel humo, y tras unos segundos de dejadez, por fin se decidió a apagarlo. Que sensación mas rara para que fuesen unos peregrinos "normales", pero tan solo son antojos de mi mente. Fue al salir del albergue a la mañana siguiente cuando ya solo quedabamos los tres, yo me despedí de ellos y empecé a caminar y como un juego pensé que efectivamente acababa de conocer al Diablo y su lacayo, vaya personajes mas raros.

Al igual que Diablos también ví a Ángeles, personas hermosas y encantadoras que nos ofrecieron de su hospitalidad, agua de sus casas y nos prepararon los mejores bocadillos. Bares en los que nos atendieron como a burgueses y miles de atenciones nos dieron. También recuerdo a Rosa, una mujer de Villaviciosa que hizo que nuestro camino se desviara hacia el camino primitivo. Pasó la tarde con nosotros y nos contó muchisimas cosas. Aquella noche fue grande, bebimos mucha sidra y decidió mi camino con mis peregrinas favoritas. Hubo otro ángel, aunque en realidad se llamaba Alejandro. Un alberguista madrileño de Vallecas que lo había dejado todo para irse a Bodenaya. Sin duda fue el mejor albergue. Solo había seis plazas, pero acabamos durmiendo ocho. Ese día dormi en el suelo (había llegado el primero a su albergue, pero sus reglas eran otras), así me lo indicó Alejandro y yo por supuesto no me negué. Respiraba tranquilidad y le gustaba compartir momentos con los peregrinos. Cenamos todos juntos y nos preparó a todos el desayuno. No tengo dudas de que si paso cerca de ese pueblo es visita obligada ir a saludarle.

Como un juego de palabras en el que Dios a querido trastocar mi destino, como la magia que yo interpreto que existe, mi deseo era ir a Lourdes, en Francia, a por un poco de agua para intentar curar según mis creencias, a mi amigo Juan Luis y a mi amiga Ana Isabel. Tal vez sea un mismo capricho de mi mente que sea mas que una coincidencia. Finalmente acabé haciendo el camino y conocí a dos hermosas almas, una francesa llamada Isabella y una madrileña Llamada Lourdes. Las dos conocían Reiki y las dos me curaron a lo largo del camino. A veces las rodillas, a veces el empeine del pie, a veces el tobillo. Sea como fuere he disfrutado con vosotras y os quiero mucho. Han sido tantas las risas, anecdotas y vivencias que solo puedo llenarme de alegría. Gracias a las dos por ser tan buenas personas, os habeis portado muy bien conmigo. De nuevo el Reiki ha venido hacia a mi, sin yo buscarlo, y lo he sentido. Me encantaba ir con vosotras y lo hemos pasado genial, igual el próximo reencuentro sea en Murcia, que es donde todo parece indicar que es donde nos vamos a volver a ver.

Lugares, ciudades, pueblos, pequeños y grandes, algunos casi despoblados. San Vicente de la Barquera, Serdio, Pesués, Unquera, Buelna, Pendueles, Llanes, Poo, Villahormes, Nueva, Piñeres de Pria, Ribadesella, San Pedro, San Esteban, La Vega, La Isla, Colunga, Priesca, Sebrayo, Villaviciosa, Sariego, Pola de Siero, Colloto, Oviedo, Grado, San Juan de Villapañada, Salas, Bodenaya, La Espina, Tineo, Campiello, Borres, Pola de Allande, Lago, Berducedo, La Mesa, Grandas de Salime, Castro, Fonsagrada, Cádavo Baleira, Castroverde, Lugo, Palas de Rei, Melide, Arzua y Santiago de Compostela. No son todos, pero en todos queda algún recuerdo.

Y llega el final, exaltación por llegar a Santiago, los pelos de punta, el cansancio desaparece y solo queda la entrada triunfal. Buscamos la plaza y juntamos nuestras manos, lo hemos conseguido. Nos abrazamos, nos besamos, se acaba nuestra vida como peregrinos. Entramos en la catedral, nos dan la compostelana, cenamos todos juntos, una gran fiesta...

Un dia mas en Santiago, ya no soy peregrino. Veo llegar a muchos mas, un reflejo de mi mismo del día anterior, pero me siento fuera de ese escenario. Mi momento de gloria fue ayer, hoy son otros quienes tienen que celebrarlo...debo volver a Madrid, pero todo ha sido muy grande...repetiré.

Quedó pendiente Finisterre, pero todo señalaba que no era la hora para ir a ese destino. Demasiadas señales decían que había que dejarlo para un nuevo camino y ser paciente y saber escuchar a veces son la mejor solución. Con tranquilidad empezaré a buscar una nueva ruta que me lleve al "final de la tierra" y quien sabe, igual esta vez el camino no tenga porque andarlo solo...

...ahora si es el final. Voy en el autobus y miro como desparece de mi vista lo poco que se ve de la Catedral. Cierro los ojos e imagino el camino, los senderos por los que fui solo caminando, en mitad de una niebla espesa, caminos que me apeteció inventarme a sabiendas que no era el camino, carreteras despobladas que acercaban hacia pueblos silenciosos, viejos, mudos y humedecidos por la lluvia de la tarde. Bajadas de tierra imposibles que eternas se me hicieron, subidas empinadas en las que parar era casi una petición forzada de mis pulmones que no comprendían tanto esfuerzo, pero llegada a la cima todo eran explicaciones que hacían a uno sentirse mas fuerte, fuerte para seguir avanzando. Oigo la música que tantas veces canté por el camino, melodías inventadas y melodías existentes. Oigo el "chocolat" de Isabella y sonrio, una lágrima en mi mejilla, abro los ojos. Hoy soy un poco mas viejo, miro a Lu, estoy a su lado, sonrio...